Isabel Cuadra Berenguer:
Hay una tensión que nos atraviesa como un hilo invisible, entre lo que debemos, lo que podemos y lo que queremos. Esa lucha interna, donde nuestro corazón dice una cosa, la mente dice otra y el mundo nos exige más. Ahí, justo en ese cruce de caminos, es donde más nos dañamos.
Cada vez que nos imponemos lo que debemos hacer y dejamos atrás lo que realmente deseamos, algo se rompe dentro. La psique, nuestra alma, lo sabe. Nos quedamos atrapadas en una red de obligaciones y expectativas que nos aleja de lo que de verdad sentimos. Es como si una parte de nosotras gritara en silencio, mientras otra se resigna a callar.
Carl Jung hablaba de la importancia de integrar nuestras sombras, de ser fieles a nuestra verdad interna. El presente es nuestro mayor maestro, y sin embargo, ¿cuántas veces lo ignoramos? ¿Cuántas veces aplazamos lo que queremos por miedo, por inseguridad, o simplemente por sentir que no podemos?
Soltar lo que no resuena con nosotras es liberador. Pero no lo hacemos. Nos aferramos a viejos patrones, relaciones que no nos nutren, trabajos que nos asfixian. Nos mentimos al pensar que algún día cambiará, que podremos hacer lo que queremos, pero el «deber» siempre pesa más. Ese peso, querida, te está apagando.
El daño es silencioso, pero profundo. Cada «no» que nos decimos a nosotras mismas es una herida más en el alma. Y cuando no seguimos lo que el corazón nos pide, cuando no soltamos lo que nos daña o no nos lanzamos hacia lo que anhelamos, la incoherencia se convierte en una carga que drena nuestra energía vital.
Es el momento de escuchar. De parar. De abrazar lo que queremos de verdad. No podemos seguir dividiéndonos entre lo que debemos, lo que podemos y lo que queremos. La única verdad está en tu corazón, y cada vez que lo ignoras, te pierdes un poco más.
Es el momento de escuchar. De parar. De honrar lo que somos y lo que deseamos, sin miedo. Porque cuando soltamos lo que no nos pertenece y nos atrevemos a caminar desde el corazón, algo mágico sucede: nos reencontramos con nosotras mismas. Y en ese reencuentro, renace nuestra fuerza, esa que nunca se fue, pero que olvidamos en la vorágine del «deber». Escucha tu corazón, su latido es la brújula más fiel hacia tu verdad, hacia tu paz.